Divinidad de Jesucristo

DIVINIDAD DE JESUCRISTO


En el presente artículo se tratará la Divinidad de Jesucristo
[Ver artículo sobre Jesús, de próxima publicación], el Mesías enviado al pueblo de Israel para la salvación de toda la humanidad. Así mismo creemos que también es enteramente hombre [Ver artículo sobre la Humanidad de Cristo, de próxima publicación].

BÁSICO
La respuesta es bien sencilla: Si, es Dios. Para nosotros Jesucristo (O Cristo, Jesús, El Mesías...) Es una de las tres Personas distintas entre si que forman al Dios único y Todopoderoso, creador de todo el Universo [Ver artículo sobre la Trinidad, de próxima publicación], el cual bajó a la tierra y se hizo hombre, para ser crucificado por nosotros y resucitó, perdonando así nuestros pecados y permitirnos llegar al cielo.

Nuestra religión y nuestras creencias giran en torno a Él, está en todas nuestras iglesias representado de distintas formas y ocupando un lugar preeminente en el Sagrario [Ver Verdadera Presencia de Cristo en la Eucaristía]. El Nuevo Testamento de la Biblia habla principalmente de Él y su obra, y de ahí sacamos casi toda la información y enseñanzas suyas.


INTERMEDIO

El testimonio de los Apóstoles
La divinidad de Cristo ha sido siempre un tema muy discutido, que ha dado lugar a terribles cismas y desviaciones. El problema viene de que no hay ningún texto en que Jesús diga explicita y meridianamente claro (Y mucho me temo que si lo hubiese habría dado lo mismo) que Él es Dios, o que hay que adorarle, sin embargo si que lo hicieron sus apóstoles, por ejemplo San Pablo se refiere a él en estos términos:

"... de ellos son también los patriarcas; de ellos procede Cristo en cuanto hombre, el que está por encima de todas las cosas y es Dios bendito por los Siglos. Amén." - Rom 9:5 -.

"Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios" - Flp 2:5-6 -.

También San Pedro habla de la Divinidad de Cristo:

"Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado una fe no menos preciosa que la nuestra mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo." - 2 Pe 1:1 -.

Efectivamente, los primeros apóstoles que conocieron directamente a Jesús no guardan ninguna duda al respecto. Jesús es el Mesías prometido por Dios, pero además es el propio Dios, y así lo hacen saber a todo el mundo. Así mismo afirman que hay un sólo Dios ¿Cómo lo explican? No pueden, pero saben que es verdad. Tendrán que pasar varios siglos hasta que se encuentre la formulación adecuada.

La divinidad de Cristo no está sólo reflejada en el Nuevo Testamento, en el Antiguo Testamento, que no es más que el anuncio de la llegada de Cristo, aparece muchas veces prefigurado, en profecías y anuncios de su llegada.


"Después les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y me pagaron treinta monedas de plata. Y el Señor me dijo: Echa al tesoro ese magnífico precio en que me han tasado." - Zac 11:12-13 -.

Esta cita, sacada de la profecía de Zacarías de los dos pastores, se refiere directamente a las monedas que recibió Judas por entregar a Jesús ante el Sanedrín. Cómo se puede ver es el propio Yahweh el que se auto-adjudica ese hecho, y así lo reconocieron los primeros cristianos, quienes vieron en Jesús la profecía cumplida.

El evangelio de San Juan, quien parece ser que fue el apóstol que mejor le comprendió en vida, comienza con un himno a Cristo Jesús, que comienza de ésta manera:

"En el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios." - Jn 1:1 -.

"...estaba con Dios y era Dios.", refieriéndose a Cristo no puede ser sino una distinción de las personas del Padre y del Hijo dentro de la misma y única divinidad. El Hijo es la Palabra, o el Verbo, que más tarde se encarnó de María para salvarnos y fué llamado Jesús.

"Una voz grita: Preparad en el desierto para el Señor un camino, allanad en la estepa una senda para nuestro Dios." - Is 40:3 -.

He aquí otra profecía, esta vez de Isaías, que es muy clara: una voz aparecería en el desierto para ser percusora de la venida de Dios. Los evangelistas vieron en el texto del profeta judío una profecía que se cumplió cuando Juan el Bautista precedió a Jesús. Si Juan fue la voz en el desierto, Jesús debía ser Dios. ¿Se equivocó Isaías al profetizar la venida de Yahweh, cuando en realidad vino solamente un hombre? ¿Se equivocaron los apóstoles al considerar que la profecía se había cumplido, cuando en realidad no era así, porque en vez del mismísimo Yahweh vino un mesías solamente humano?. Y por si fuera poco el propio Juan el Bautista repite estas mismas palabras atribuyendo este mismo significado en - Jn 1: 23 - "Dijo: Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino al Señor (Cómo dijo el profeta Isaías)".


AVANZADO


El testimonio de Jesús

La divinidad de Cristo es algo totalmente implícito en el conjunto del Nuevo Testamento. Por un lado Cristo, trata por todos los medios de esconder su mesianidad, como en Cesaréa de Filipo, donde pide a los apóstoles que no la revelen (-Mt 16:13-20-). Jesús evita el título de Mesías por las connotaciones político nacionalistas que implicaba, sin embargo no evita presentarse como "Hijo del Hombre" (título mesiánico poco comprendido en ese momento) y, al hablar del Padre, se presenta como su hijo en sentido único e intrascendente. Tan sólo cuando ya no le servirá de nada y no podrán "usarlo" políticamente, frente al Sanedrín, confesará su mesianidad:

"'¿Eres tú el Mesias, el Hijo del Bendito [Dios]?' Jesús le dijo: '¡Yo soy!, y veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del todopoderoso y venir entre las nubes del cielo'. Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y dijo: '¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia...'" - Mc 13:62-63 -

"¡Yo soy!", Yahweh, el nombre de Dios; ésta es la blasfemia: hacerse igual a Dios. Más tarde, frente a Pilatos, vuelve a confesar: "'Tu lo dices, yo soy rey. Para eso nací y para eso he venido al mundo'. -Jn 18:37-".

Pero por otro lado sus acciones, palabras y gestos invitan a centrar en él el mensaje de Salvación. Jesús no es como Buda, Moisés o Mahoma, todos profetas que se limitan a mostrarnos una regla de comportamiento, un camino de salvación que, en última instancia, funcionaría sin ellos; Jesús se presenta a sí mismo como "el Camino, la Verdad y la Vida. - Jn 14:6 -", Su propia persona es el camino de Salvación, no su doctrina, ni su ejemplo, ni la potencia divina operante a través de él. Jesús no da comienzo a una filosofía o movimiento religioso, se presenta Él mismo cómo el mediador perpetuo, eterno, único, entre Dios Padre y los hombres.

Jesús nos pide tener siempre fe en Él (- Mt18:6 -), no en su mensaje ni en su doctrina. Él es la única vía a la salvación, de tal forma que "El que no está conmigo, está contra mi, y el que no recoge conmigo desparrama. - Mt 12:30 -", tan sólo una identidad divina puede decir esto. Cristo nos exige todo, "el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mi. - Mt 10:38 -", nos exige poner su amor por encima del de cualquier otro (- Mt 10:37 -), pues tan sólo podemos amar al prójimo como reflejo del amor que a Él profesamos (- Mt 25:40 -). Es tan sólo Él quien nos garantiza la vida Eterna (- Lc 9:24 -) si le seguimos. Y quíen crea en Dios ha de creer también en Él "No estéis angustiados. Creed en Dios, creed también en mi - Lc 14:1 -".

Los apóstoles han de perdonar los pecados "en su nombre" (- Lc 24:27 -), no hay que estorbar a quien obre mialgros "en su nombre" (- Mc 9:38 -) y, por supuesto, hemos de Bautizar "...en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (- Mt 28:19 -).

"Los judíos le dijeron: 'No tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?' Os aseguro que antes que naciera Abraham, existía yo" - Jn 8:57 -

Que Él ya existiese antes incluso que Abraham tiene sólo una respuesta: Jesús es el Verbo encarnado.

Atribuciones de Dios

Lo primero que notamos de jesús es su acción sanadora; milagrosa, podríamos decir. Gran parte de su acción en su vida pública consiste precisamente en eso. Cuando los discípulos de Juan el Bautista van a preguntarle acerca de si Él era el Mesías, les responde: "Y les respondió: 'Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan...'" - Lc 7:22 -. La respuesta y actitud de Jesús, como no podia ser de otra forma, viene a confirmar aquello que dijo el profeta Isaías: "Decid a los pusilánimes: ¡Ánimo, no temáis! Mirad, es vuestro Dios; ya viene la venganza, la revancha de Dios; viene él mismo a salvaros. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará el cojo como un ciervo, la lengua del mudo gritará de júbilo, porque en el desierto brotarán corrientes de agua, y torrentes en la estepa..." - Is 35:4-6 -.

En el libro profético del Apocalipsis también podemos encontrar argumentos sobre la divinidad de Jesús si lo ponemos en relación a ciertos pasajes de Isaías, puesto que en - Is 44:6 - se puede leer: "Esto dice el Señor, rey de Israel, su redentor, el Señor omnipotente. Yo soy el primero y el último, no hay otro dios fuera de mi", donde vemos que Yahweh se atribuye a si mismo el título de "primero y último", reservado tan sólo a Él. Mientras que si leemos - Ap 22:13-16 - "Yo soy el alfa y la Omega, el principio y el fin. Dichosos los que lavan sus vestidos para tener derecho al árbol de la vida y a entrar en la ciudad por las puertas. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los homicidas, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para testificar estas cosas acerca de las Iglesias". Aquí vemos claramente a Jesús otorgándose a sí mismo ese mismo título: o Isaías y San Juan se equivocan o Cristo es en verdad Dios mismo.

Así mismo existe un versículo sobre Yahweh que lo llama creador del cielo y de la tierra: "Esto dice el Señor tu redentor, el que te formó desde el seno materno: Yo soy el Señor, el que lo ha hecho todo; el que despliega, él sólo, los cielos; el que afirma la tierra sin ayuda alguna" - Is 44: 24 -. Y San Pablo de Tarso usa estos términos al referirse a Jesús: "...porque por él mismo fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, lo invisible y lo visible, tanto los tronos como las dominaciones, los principados como las potestades; absolutamente todo fue creado por él y para él." - Col 1:16-17 -. Otro claro ejemplo de la divinidad de Cristo, al atribuirle la creación del Universo, que corresponde tan sólo a Dios creador.

El testimonio de la Tradición

Para terminar y apuntalar toda la argumentación bíblica expondremos a continuación el pensamiento de los Padres de la Iglesia, como muestra de las creencias de los primeros cristianos y claro ejemplo de la Tradición:

"Ignacio, llamado también Teóforo, a la [iglesia] que ha sido bendecida en abundancia por la plenitud de Dios el Padre, que había sido preordenada para los siglos futuros para una gloria permanente e inmutable, unida y elegida en una verdadera pasión, por la voluntad del Padre y de Jesucristo nuestro Dios.."
- San Ignacio de Antioquía, 110 d. C., Carta a los Efesios (I) -

Recordemos que San Ignacio, obispo de Antioquía, fue discípulo de los apóstoles San Pablo y San Juan, y el segundo sucesor de San Pedro en su ciudad. Sus opiniones son de gran importancia, ya que nos muestran casi directamente la opinión de los apóstoles.

"Las divinas Escrituras testimonian ambas cosas sobre él [Cristo]: que es hombre sin belleza y pasible (Is 53,2-3), que se sentó sobre el pollino de una asna (Zac 9,9), que bebió hiel y vinagre (Sal 69[68],22), que fue despreciado del pueblo y que descendió hasta la muerte (Sal 22[21],7.16); pero también que es Señor santo y Consejero admirable (Is 9,5), hermoso a la vista (Sal 45[44],3), Dios fuerte (Is 9,5), que viene sobre las nubes como Juez de todos (Dan 7,13.26). Esto es lo que las Escrituras profetizan de él. En cuanto hombre, lo era para ser tentado; en cuanto Verbo, para ser glorificado..."
- San Ireneo de Lyon, 202 d.C. Contra los Herejes (III.9.2) -.

Aqui puede verse cómo San Ireneo de Lyon, defendiendo la doble naturaleza de Cristo (Divina y humana), le atribuye títulos divinos como "Señor", "Dios" y "Verbo".

Como último testimonio y para abarcar algunos siglos más veamos la definición dogmática resultado del primer Concilio de Nicea, contra la herejía Arriana:

"Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho..."
- Credo de Nicea-Constantinopla, 325 d.C. -

Un saludo en el Corazón de Nuestro Señor y Dios Jesucristo.
Con la colaboración de Dushan.

Fëanar

La Tradición y la Biblia

LA TRADICIÓN Y LA BIBLIA

En este artículo vamos a explicar la relación entre la Biblia y la Tradición, y que papel tiene cada uno en la Revelación de Dios. Al basarse este blog en argumentos bíblicos y tradicionales éste artículo reviste especial importancia.

BÁSICO

Lo primero es explicar qué es la Revelación: Se trata de la Buena Noticia, el Evangelio, o la Palabra de Dios. Y no es más - ni menos - que el mensaje de Cristo, que viniendo a nuestro mundo y haciéndose hombre nos trae un mensaje de salvación. Ese mensaje es confiado a la Iglesia para su custodia, conservación y propagación por el mundo. Esta buena noticia se recibía y conservaba de manera oral, y es llamada Tradición.

La Iglesia, en su afán por anunciar el Evangelio al mundo compila la Biblia, un conjunto de libros escritos entre el 900 aC y el 100 dC, que comprende tanto los libros de la tradición judía cómo los escritos de los primeros cristianos (Cuatro evangelios, los hechos de los apóstoles y las cartas). La Iglesia, considerando que la Biblia contenía las verdades de la Revelación y no tenía error, la declaró infalible y la adquirió como el principal medio de difusión de la Revelación, que ahora se encontraba expresada de dos maneras en la Iglesia: oral y escrita.

Resumiendo: La Iglesia, garante del mensaje de Cristo (conocido cómo el depósito de la Fe o el Magisterio de la Iglesia), lo conserva y propaga de dos formas distintas: oral (Tradición) y escrita (Biblia). Siendo la forma oral la primera y sobre al que se basa la escrita. Ni la Biblia ni la Tradición se contradicen entre si, y las dos juntas contienen el mensaje completo de Cristo, estando ambas bajo la autoridad de la Iglesia, quien las interpreta, pero no puede cambiarlas.

INTERMEDIO

Lo primero es constatar una obviedad necesaria: Cristo no escribió nada, todo su mensaje fue transmitido de manera oral, y en el mismo sentido se expresaba cuando ordenaba predicar el Evangelio. Fueron sus discípulos quienes llevaron a cabo ese trabajo de recopilación. 

Los primeros cristianos usaban de la Tradición oral para predicar la Buena Noticia. San Pablo viajó por todo el Mediterraneo predicando de esta forma y estableciendo comunidades de creyentes, sus cartas son un complemento a su labor, una forma de llegar a aquellos que estaban demasiado lejos. 

Distintos son los casos de los cuatro evangelistas. San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan decidieron dejar constancia escrita de la vida y prédica de Cristo, los cuatro señalan de manera distinta, según a quién se dirijan, un mismo acontecimiento (Mateo, que escribía para judíos, se centraba en el cumplimiento de las profecías y comparaba a Jesús con otros patriarcas Hebreos. Marcos, que era Romano, iba directamente a los hechos). Los Evangelios fueron escritos entre el 40 y el 110 d. C.

Ni las cartas ni los evangelios fueron escritos pensando en una futura compilación en un súper libro, esa compilación no se llevó a cabo hasta el Concilio de Hipona, en el año 393 d.C. y el de Cartago, en el año 397 y 419 d.C. Antes de ese tiempo la Buena Noticia era enseñada y conservada de manera eminentemente oral, a pesar de lo cual muchas iglesias locales conservaban cartas y distintos evangelios para su lectura pública frente a los fieles, y precisamente así fue cómo se llegó a la compilación de los libros de la Biblia: La Iglesia, reunida en concilio junto con el papa a su cabeza y con la autoridad que Cristo le confirió decidió, tomando estos tres criterios, elegir ciertos libros como divinamente inspirados y adecuados para ser compilados, junto con las antiguas escrituras hebreas, en el libro sagrado de los cristianos: la Biblia. Estos son los tres criterios:

1- que fuesen escritos por un Apóstol o su discípulo.
2- que se utilizara en la liturgia de las iglesias Apostólicas. Ej. Roma, Corintio, Jerusalén, Antioquía, etc.
3- que estuviera en conformidad con la fe Católica recibida de los Apóstoles.


De esta forma fueron eliminados escritos considerados cómo inspirados (véase el evangelio de Tomás o el de Pedro) y aceptados otros que se ponían en duda, cómo el Evangelio de San Juan o el Apocalípsis.

Este canon fue repetido en las cartas del Papa San Inocencio I (405 d. C.) y confirmados por los concilios de Florencia (1442) y Trento (1545-1563).


Es, por tanto, en este punto, donde llegamos a una verdad que la Iglesia católica considera indispensable: es la Iglesia quién da autenticidad a la Biblia, y no al revés, puesto que fue ella quien la compiló y la elevó al estátus de Sagradas Escrituras.


¿Y cómo es que la Iglesia poseé la autoridad para hacer semejante cosa? Porque Cristo mismo se la dió ¿Y cómo podemos saber que Cristo mismo delegó ese poder en la Iglesia? Por dos medios: El testimonio de Cristo (conocido a través de la propia Biblia y de la Tradición) y los testimonios históricos (mantenida ininterrumpidamente gracias a la sucesión apostólica).


AVANZADO

El testimonio Bíblico

Basándonos en la necesidad de que la Biblia y la Tradición no pueden contradecirse entre si, pues ambas se complementan en la transmisión del mensaje de Cristo, podemos inferir de la Biblia, aunque sea de manera implícita, la necesidad de la Iglesia cómo institución garante de la Buena Noticia.

Encontramos, en primer lugar, que los doce apóstoles discípulos de Cristo son nombrados siempre como una institución (a lo largo de los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles), con Pedro siempre a la cabeza de las listas, mostrando que además de institución tenían una jerarquía [Ver artículo sobre la Autoridad Pontificia]. Así mismo, de no haberse tratado de una institución y no de un grupo de elegidos por Jesús no habría sido necesario sustituir a Judas, ya muerto, por Matías ( - Hch 1:15-26 - ) [Ver artículo sobre la Institución de la Iglesia, de próxima publicación].

Así mismo Cristo se aseguró que la Iglesia no fallase nunca en su misión de preservar la Buena Noticia, enviando al Espíritu Santo para velar por la Verdad en su seno:[Ver artículo sobre la Infalibilidad Pontificia]

La Tradición de la Iglesia y los testimonios bíblicos


Ambos son estudiados conjuntamente, pues la Tradición de la Iglesia primitiva se conoce principalmente por los documentos históricos de los apóstoles, obispos y sus sucesores. Aun así podemos encontrar ésta Tradición en la Biblia:


"Yo mismo recibí esta tradición que, a su vez, les he transmitido" - 1 Cor 11:23 -

Como se ve San Pablo habla de tradiciones transmitidas por él, es decir, prédica oral. Así mismo vemos que en Juan se dice:

"Otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, me parece que en el mundo entero no cabrían los libros que podrían escribirse." - Jn 21:25 - 


Aquí Juan afirma que no todo lo que hizo Jesús está contenido en soporte escrito alguno, dejando únicamente la Tradición oral como alternativa y complemento.

Ya en la Tradición la Iglesia sigue mostrándose como una institución fundada por Cristo, aquí vemos al tercer obispo de Antioquía utilizar por primera vez el término "católica" referido a la Iglesia, aunque sin hacer un uso explícito de Iglesia como institución.



"Donde esté el obispo, esté la muchedumbre, así como donde esté Jesucristo esté la Iglesia Católica" 
- San Ignacio de Antioquía, Año 110 d.C. Carta a los Esmirniotas 8:2 -.

Las citas patrísticas al respecto pueden encontrarse en éste enlace, donde se examina a los Santos Padres de la Iglesia (de los primeros siglos) y su plena aceptación de la primaciá de Pedro, asunción que implica ya una institucionalización de la misma.

Un saludo en el Corazón de Cristo

Fëanar

Las Indulgencias

LAS INDULGENCIAS

En este artículo trataremos sobre las indulgencias. Qué son, qué tipos hay y cómo se consiguen. Aquí no se hablará de la problemática de las indulgencias que inició la reforma protestante.


EXPLICACIÓN

Las indulgencias son remisiones de las penas del purgatorio que concede la Iglesia como administradora de los bienes redentores del sacrifico de Cristo. Estas indulgencias tienen como objeto la remisión de las penas del purgatorio, es decir, la liberación del mismo o el indulto, en caso de encontrarse aún con vida.

Las indulgencias se ganan para dos tipos de personas: uno mismo  y las almas del purgatorio (alguna en particular, varias o todas). Las ganadas para uno mismo borran inmediatamente las culpas acumuladas hasta este momento, las destinadas a las almas del purgatorio tienen efecto inmediato.

Hay que tener cuidado de no confundir indulgencia con perdón; el pecado es perdonado mediante el arrepentimiento y la confesión, pero las consecuencias del mismo (culpa) permanece. La penitencia que se recibe en la confesión está destinada a resarcir en la medida de lo posible esa culpa, de la misma forma que lo hace la indulgencia.

Existen dos tipos de indulgencias: parcial o plenaria. La primera satisface en parte la culpa (anteriormente se medían en días de penitencia -penitencias muy duras - pero actualmente no se especifica en qué medida - no puede hacerse, ya que nadie lo sabe -) y las plenarias, que satisfacen por completo la culpa de un alma.

Para ganar una indulgencia del tipo que sea es necesario estar en Gracia de Dios. Las parciales pueden ganarse en la medida que se crea conveniente. La indulgencia plenaria tan sólo puede conseguirse una por día y persona (persona que hace méritos para ganarla, se entiende), con tan sólo una excepción.

Requisitos

Las indulgencias se satisfacen cumpliendo los siguientes requisitos:

- Estando en gracia de Dios (mediante la confesión o el bautismo). Esto es, haber aceptado plenamente la Fe católica y no haber cometido pecado mortal desde la última confesión.

- Realizando la acción que la Iglesia premia con la indulgencia.

- Rezar por las intenciones del Santo Padre: Un Padrenuestro y un Avemaría o equivalentes.

- Comulgar (para las plenarias, una comunión por indulgencia).

Si por algún motivo algún requisito (menos el primero, que invalida todo) no es cumplido adecuadamente la indulgencia plenaria pasa a ser parcial.

Se puede realizar la acción meritoria en desgracia de Dios si la persona que la ha realizado se confiesa o se bautiza en un plazo no superior a 8 días desde la realización de la acción. Análogamente ocurre lo mismo con la comunión y la indulgencia plenaria (pudiendo la comunión haber sido realizado desde 8 días antes hasta 8 días después).

Las obras que, según la Iglesia son merecedoras de indulgencias están todas archivadas en el "Echiridium Indulgentarum", disponible en latín en http://www.vatican.va/roman_curia/tribunals/apost_penit/documents/rc_trib_appen_doc_20020826_enchiridion-indulgentiarum_lt.html . Un resumen del mismo es el "Manual de Indulgencias". En las mismas se especifican el tipo de indulgencia y si procede alguna causa adicional.

Obras meritorias


Las indulgencias parciales enriquecen todas las oraciones de la Iglesia y cualquier frase o jaculatoria elevada devotamente al cielo, o aun el simple sentimiiento o deseo es válido, un ejemplo de frase enriquecida con indulgencias:

"Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía".


El Padrenuestro, Ave María, Credo...

Las obras meritorias de indulgencia plenaria son muy variadas, también, aunque para ser efectivas han de estar sujetas a las normas anteriormente explicadas, obras meritorias de indulgencia plenaria son:

- Al menos media hora de adoración ante el santísimo.

- Al menos media hora de lectura devota de la Biblia.

- El rezo del Rosario en público o con más de una persona.

- La visitación de un templo en el día de su patrón, sumado a un padrenuestro y un credo rezados en el mismo.

- La recepción de la bendición "Urbi et Orbe" durante le domingo de Resurrección o la ceremonia de coronación Santo Padre (Válida a través de televisón radio o internet, siempre y cuando sea en directo).

- Asistir a la primera comunión de un pariente de, como mucho, tercer grado.

- Asistir a la primera misa de un sacerdote, o a la misa de 10, 15 o 20 aniversario del mismo.

- Numerosas fiestas marianas o de Cristo han sido bendecidas con indulgencias plenarias.

- Indulgencia de la Porciúncula: visitar cualquier Iglesia Franciscana el 2 de agosto.

- Realizar un Via Crucis.

- Peregrinar a San Pedro.

Existen otras muchas formas de ganar indulgencias plenarias que serían imposibles de escribir aquí. Recomiendo vivamente la lectura del manual de indulgencias o del "Enchiridium" (si se domina el latín o el inglés).

La única excepción es la indulgencia plenaria concedida a los fieles en peligro de muerte, durante el cual cualquier persona puede ganar una indulgencia plenaria (sólo para si mismo) sin cumplir ninguna condición anterior, tan sólo con estar arrepentido, desearla y haber realizado en algún momento de su vida una oración sincera. Esta indulgencia puede ganarse aun habiendo ganado otra plenaria el mismo día (da igual cuantas hayas ganado, en peligro de muerte siempre se puede ganar una más), aunque si el peligro de muerte pasa la persona habrá de cumplir los requisitos anteriores para mantener la indulgencia.

Fëanar

San Jorge de Capadocia

SAN JORGE DE CAPADOCIA

San Jorge de Capadocia fue un mártir cristiano, y probablemente uno de los santos más famosos del santoral, aquí se presentará como ejemplo de valor y lealtad por Cristo.

EJEMPLO


Su vida

San Jorge fue un soldado que murió martirizado en el siglo III. Circulan muchísimas leyendas sobre su vida y martirio, y es , posiblemente, uno de los santos más populares de toda la cristiandad. Con seguridad tan sólo conocemos lo arriba citado, sin embargo análisis históricos de las distintas tradiciones y el trabajo de los bolandistas nos han permitido inferir más detalles sobre su vida:

Jorge nació en Capadocia (la actual Turquía) en el siglo III, su padre era Geroncio, un soldado del Imperio Romano de Oriente que murió al poco de nacer Jorge. Su madre, Policromía, le llevó con ella a su ciudad natal: Lydda (La actual Lod, en Israel), donde creció y acabó convirtiendose también en soldado, alcanzando rápidamente un puesto destacado, llegando a ser tribuno y comes y siendo destinado a Nicomedia, con la guardia personal del emperador.

Ignoramos si era cristiano de antes o se convirtió durante su estadía en el ejército, pero el caso es que en los años 303 y 304 dC. el emperador Diocleciano emitió una serie de edictos por los cuales se obligaba a los cristianos a hacer sacrificios a los dioses romanos y se perseguía a los que se negasen a hacerlo (Este momento fue conocido como la Gran Persecución de Diocleciano, y tuvo un alcance terrible). Diocleciano ordenó a San Jorge perseguir y ejecutar a los cristianos, pero él se negó, atreviéndose a criticar la decisión tomada por el emperador en su presencia.

Diocleciano reaccionó violentamente, ordenó su tortura y ejecución. Así en abril de 303, frente a las murallas de Nicomedia, San Jorge fue torturado cruelmente durante varios días (la tradición nos dice que se usaron 4 métodos distintos de tortura) y decapitado el día 23, se dice que sin emitir una sóla queja.


Se cree que su ejemplo alentó a muchos cristianos a resistir, entre ellos a una sacerdotisa pagana conversa y a la emperetriz Alejandra, esposa de Diocleciano, que fueron también martirizadas (aunque como veremos, se cree que Alejandra murió antes). San Jorge fué enterrado en Lydda.

San Jorge Mártir

Es en Lydda donde aparece la primera iglesia dedicada a él, durante el reinado del emperador Constantino el Grande, convirtiéndose muy pronto en uno de los santos más populares. Su devoción se extendió en el Siglo V por occidente, y fue canonizado por el papa Gelasio I en el 494 dC. junto con ...aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios.

Los primeros cruzados que volvieron de oriente trajeron consigo una alta opinión de la intercesión del santo, convirtiéndose rápidamente en uno de los santos patronos de los caballeros. El santo fue asimilado por el Islam, quien también le venera cómo Al-Hadr (el caballero verde). Las Iglesias ortodoxas consideran hoy en día a San Jorge como uno de sus santos mayores.

Durante el Concilio Vaticano II, Pablo VI retiró del santoral católico la festividad de San Jorge (23 de abril) aunque la mantuvo cómo optativa, lo que no quiere decir ni mucho menos que se prohíba su devoción o que no se reconozca cómo santo, simplemente fue retirado porque se quería poner el énfasis en santos más modernos y con una biografía más fiable.

San Jorge y el Dragón

A partir de su martirio y junto con la expansión de su devoción se difundieron muchas versiones de su martirio, varias de ellas incluían a San Jorge siendo cortado en pedazos, decapitado y resucitando varias veces y hasta una columna de fuego que descendía para matar a Diocleciano.

Sin embargo la más famosa sin duda es la versión de San Jorge y el Dragón(Aparecida en el Siglo XIII), la cual tenía varias variantes, pero manteniendo siempre un nucleo central:

Un terrible dragón atemorizaba la ciudad de Lydda, devorando el ganado y manteniendo a toda la población espantada. Acabado todo el ganado los habitantes decidieron ofrecer al dragón doncellas vírgenes para aplacar su hambre, al tiempo le tocó el turno a una princesa, la cual fue voluntariamente para salvar a su pueblo. Estando el dragón a punto de devorarla apareció San Jorge con armadura y montado en un caballo blanco, se interpuso entre la dama y el dragón y le mató de una sóla lanzada. Liberada la princesa, San Jorge convirtió al cristianismo a todos los habitantes del pueblo y repartió generosamente sus riquezas, tras lo cual lo abandonó sin aceptar recompensa alguna.

Esta historia, evidentemente inventada, guarda curiosas similitudes con la vida del santo. Muy probablemente fue una corrupción de la historia original, que perdiendo los elementos secundarios, mantuvo el mensaje que se quería conservar. De esta forma se puede observar cómo el San Jorge de la leyenda y el real realizan un acto extremadamente meritorio que implica la salvación (espiritual o material, según la versión) de mucha gente, en especial de una princesa. La derrota del dragón (en un caso un animal físico, y en el otro del Dragón llamado diablo, que le tentaba durante su martirio) delante de todos, que implica la salvación del pueblo (Del pueblo de Dios, es decir, de los cristianos, evitando que se acobarden y renuncien a Dios, en el caso de la historia real). El hecho de que sea común a varias versiones que San Jorge derrotase al dragón de una sola lanzada (acto insólito en las historias medievales, pues una lucha larga y dificultosa sirve en general para engrandecer aún más el valor y fuerza del caballero) nos indica que llevó a cabo esa hazaña de manera especialmente sobresaliente, pudiendo significar esto una entereza fuera de lo común durante el martirio. En el caso de la princesa rescatada se refiere muy probablemente a la emperatriz Alejandra, la cual, según una leyenda no comprobada, alentada por su ejemplo, fue a dar su vida en martirio, pero murió de forma pacífica momentos antes de sufrirlo por intercesión de San Jorge.

La leyenda del dragón vino con varias interpretaciones metafóricas y didácticas de la historia, convirtiendo al dragón en el Diablo, el mal, etc; al caballo blanco se le identifica con la Iglesia, con la fe o con el mismo Cristo y a la princesa con la Iglesia, generalmente.

Patronazgo


A lo largo de la historia San Jorge se ha convertido en el patrón de muchos reinos y ciudades (especialmente durante la Edad Media), entre los más conocidos figuran: Aragón, Inglaterra, Georgia (que también le da el nombre), Génova, Moscú (cuya bandera es un San Jorge a caballo con fondo granate), Portugal, Cáceres...

También fue santo patrón del estamento de caballería, de los ejércitos de Rusia, del movimiento Scout y de las Órdenes Teutónica y de Calatrava.

Su emblema es una cruz roja con brazos que llegan hasta los extremos y fondo blanco. Fue utilizada profusamente y aun ahora puede verse en multitud de banderas nacionales y regionales, con el notable ejemplo de la enseña de Inglaterra, conformada exclusivamente por la llamada Cruz de San Jorge.

Iconográficamente se le suele representar a lomos de un caballo blanco, sujetando una lanza clavada en un dragón que suele aparecer a sus pies y recubierto de armadura, a modo de caballero de Dios victorioso contra el mal. Se le considera el santo guerrero por excelencia, y junto con San Miguel Arcángel [Ver artículo sobre San Miguel de próxima publicación] terror de los demonios.

Para terminar os dejo una pequeña oración a San Jorge, muestra de las muchas que proliferaron con su leyenda:

Andaré vestido y armado con las armas de San Jorge para que mis enemigos, teniendo pies, no me alcancen, teniendo manos no me atrapen, teniendo ojos no me vean, y ni con el pensamiento ellos puedan hacerme mal.
Armas de fuego mi cuerpo no alcanzarán, cuchillos y lanzas se quiebren sin mi cuerpo tocar, cuerdas y corrientes se rompan sin mi cuerpo atar.
Jesucristo, me proteja y defienda con el poder de su Santa y Divina gracia, Virgen de Nazaret, me cubra con su manto sagrado y divino, protegiéndome en todos mis dolores y aflicciones, y Dios, con su divina misericordia y gran poder, sea mi defensor contra las maldades o persecuciones de mis enemigos.
Glorioso San Jorge, en nombre de Dios, extiéndeme tu escudo y tus poderosas armas, defendiéndome con tu fuerza y con tu grandeza, y que debajo de tí, mis enemigos queden humildes y sumisos a Tí. Así sea con el poder de Dios, de Jesús y del Divino Espíritu Santo.



¡San Jorge, ruega por nosotros y defiéndenos en la lucha!

Las Partes de la Misa (y II)

 LAS PARTES DE LA MISA (y II)

[Ver Las Partes de la Misa (I)]

EXPLICACION

Liturgia Eucarística


En esta parte actualizamos el sacrificio de Cristo, el cual se nos ofrece cómo verdadero alimento en la Eucaristía. En ella se nos hace presente en el pan y el vino, y durante la comunión logramos la plena unión con Dios.

La primera parte es el ofertorio, donde damos gracias por el pan y el vino que el sacerdote va a consagrar y se los ofrecemos a Dios (Lo hacemos volviéndonos a sentar). Durante la misma algunos fieles recogen la colecta, que es voluntaria y se utiliza para el sustento de la Iglesia. El sacerdote levanta el pan y dice (en voz alta o baja):

- Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros pan de vida.

- Bendito seas, por siempre, Señor (Esto se responde si el sacerdote ha ofrecido el pan en voz alta).

Ahora se bendice el vino. Mientras el diácono o el sacerdote mezclan el vino con un poco de agua, recitan la siguiente petición en voz baja:

- El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quién ha querido compartir nuestra condición humana.

De la misma forma que antes, el sacerdote eleva el cáliz con el vino y lo bendice:


- Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros bebida de salvación.


- Bendito seas, por siempre, Señor (Se responde si se ha bendecido en voz alta).

A continuación el sacerdote se inclina y dice en secreto:

- Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en su presencia, Señor, Dios nuestro.

Acto seguido el presbítero echa un poco de agua en las manos del sacerdote, el cual se las lava simbólicamente mientras pide que Dios le limpie de todo pecado, recitando en secreto:

- Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Después de este acto el sacerdote exclama al pueblo:

- Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradabe a Dios, Padre todopoderoso.

- El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia (Esta es la forma en que nos unimos a los deseos del sacerdote por el buen término de la Eucaristía).

Es en este momento en el que comienza la Plegaria Eucarística, el momento más importante de la misa, donde se renovará el sacrificio de Cristo en la cruz. La empezamos de pie. Se comienza con una breve oración sobre las ofrendas, que varía según el día y las fiestas, pero que puede ser algo parecido a esto:

- Señor, escucha con bondad nuestra súplica y protégenos con la intercesión de tus santos, para que tributemos siempre un culto digno a tu Divina Majestad. Por Jesucristo nuestro Señor (Siempre se acaba con esta exhortación).
- Amén.

Es en este momento cuando se inicia la plegaria eucarística propiamente dicha, y lo hace con este diálogo entre el sacerdote y los fieles, que on invitados a acercarse espiritualmente a Dios y a darle gracias:

- El Señor esté con vosotros.
- Y con tu espíritu.
- Levantemos el corazón.
- Lo tenemos levantado hacia el Señor.
- Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
- Es justo y necesario.

Ahora se inicia el prefacio o introducción de la plegaria eucarística, el cual es un resumen de la doxología o creencias por las cuales vamos a realizar el sacrificio de la Eucaristía, y que también varía entre varios modelos, uno de ellos es el que sigue:

- En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre Santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor. Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, diciendo:

Es ahora cuando los fieles nos unimos al sacerdote rezando o cantando el Santo:


- Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hossana en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hossana en el cielo (Es de esta forma como nos unimos a todos los ángeles y santos en el cielo que le aclaman, uniendo en una sola voz a toda la Iglesia de Dios).

Y tras el santo, es cuando llega la consagración, cuando el sacerdote pedirá la Espíritu Santo que convierta el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo [Ver Verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía], el cual, en un acto milagroso, desciende sobre los asistentes y realiza la transubstanciación del pan y del vino, que, por obra del mismo Espíritu de Dios y por otro milagro, siguen conservando los accidentes (forma, color, olor, sabor) del pan y el vino. Para contemplar este milagro todos nos arrodillamos.


- Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y  Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS (Tras las palabras destacadas, durante las cuales el sacerdote ha elevado una oblea de pan, el mismo deja de ser pan para convertirse en el Verdadero cuerpo de Cristo).

- Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo: TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA (De la misma forma el vino pasa a ser la Sangre de nuestro Señor tras las palabras destacadas, durante las cuales el sacerdote elevó hacia el cielo el cáliz).

Después de esto comienza la aclamación, donde el sacerdote anuncia:

- Este es el sacramento de nuestra Fe.

- Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurreción. ¡Ven, Señor, Jesús! (De esta manera expresamos nuestro principal deber cómo cristianos y pedimos la pronta venida de nuestro Señor [Ver artículo sobre la Parusía, de próxima publicación] ). Durante esta frase nos ponemos de pie.


A continuación se lleva a cabo la intercesión, mediante la cual ofrecemos el sacrificio de Jesús por el Papa, por los obispos, por los difuntos y por toda la Iglesia:


- Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. 
  Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de tu Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
  Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
  Te pedimos, Padre, que esta víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa X., a nuestro Obispo Y., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
  Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.



Es ahora cuando se lleva a cabo la doxología, donde el sacerdote, levantando el cáliz con la Sangre y la patena con el Cuerpo de Cristo los ofrece al Padre con estas palabras:


- Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

- Amén.


Una vez el sacerdote ha dejado el Cápiz y la patena, da inicio a la comunión, diciendo una frase parecida a esta, mediante la cual se da inicio a la oración del Padre nuestro


- Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

- Padre nuestro que estás en el cielo santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue sólo:

- Líbranos de todos los males, Señor y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

Cómo respuesta reconocemos la gloria de Dios:

- Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

- (El sacerdote prosigue con las manos extendidas) Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: 'La paz os dejo, mi paz os doy', no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

- Amén.

- La paz del Señor esté siempre con vosotros.

- Y con tu Espíritu.

- Daos fraternalmente la paz.

Es entonces cuando todos, según la costumbre del lugar, todos nos damos la paz mutuamente.

Justo después el sacerdote deja caer en el Cáliz un poco del pan consagrado, simbolizando la resurrección de nuestro Señor, mientras recita en secreto:

- El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.

Mientras, los fieles suplicamos a Cristo de esta forma:

- Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz
 
Ahora se llega a la parte de la comunión, donde los fieles comulgan el cuerpo de Cristo, es decir, lo ingieren, bajo la especie del pan, para entrar en comun-union con El. El sacerdote es el primero en comulgar, y se prepara diciendo en secreto estas palabras (U otras, dependiendo del sacerdote):


- Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.

Despues de esto el sacerdote hace una genuflexión, toma el pan consagrado, lo eleva y lo muestra al pueblo, diciendo:

- Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

- Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme (De esta forma los fieles reconocemos nuestra indignidad frente a Dios sacramentado y ante el hecho de que lo vayamos a recibir en nuestro cuerpo). Despues lee la antifona de comunión de ese dia (breve frase de los salmos generalmente, que nos recuerda lo unidas que estan la Palabra y el Cuerpo de Dios) procede a repartir la comunión a quien lo desée.


Los fieles que desemos y podamos comulgar (Se requiere ser católico bautizado y en estado de gracia) nos acercamos en procesión, pues vamos al encuentro del Señor, hacia el sacerdote. Al llegar frente a el se produce el siguiente diálogo, en el que admitimos la presencia real de Cristo en el pan que nos presenta y que poco después, nos dará para comer (En la boca o en la mano, aunque es preferible la primera forma). Los fieles que no comulguen se sientan.


- El Cuerpo de Cristo.


- Amén.


Es costumbre tener un breve momento de recogimiento una vez se vuelve de la comunión, sea de rodillas o sentado. Es en este momento cuando tiene lugar la purificación del cáliz y de la patena, llevada a cabo por el sacerdote y que consiste en limpiar ambas para dejarlas libres de cualquier partícula de pan o vino. Si han sobrado hostias consagradas, éstas se guardan en el Sagrario. Durante la purificación el sacerdote dice en secreto:

- Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.

Tras esto el sacerdote, que puede tomar unos momentos o cantar algún salmo o alabanza, da inicio a la oración final, la cual empieza:

- Oremos (Nos ponemos de pie, listos para ser enviados a proclamar la Palabra de Dios). Luego el sacerdote dice unas breves palabras acordes con el momento y la ocasión, y finaliza con el rito de despedida o de conclusión.

Rito de Despedida

En este momento se suelen hacer los anuncios y avisos relativos a la parroquia y a la Iglesia, finalizando con la bendición.

- El Señor esté siempre con vosotros.

- Y con tu Espíritu.

- La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espítiru Santo...

Mientras se dice eso los fieles hacemos la señal de la cruz mientras el sacerdote hace lo propio, y acaba:

- ...descienda sobre vosotros.

- Amén.

- Podéis ir en paz.

- Demos gracias a Dios.

De esta forma el sacerdote besa el altar, da la vuelta y se arrodilla, abandonándolo así en dirección a la sacristía. La Santa Misa ha terminado.

Es entonces cuando podemos abandonar el templo o por el contrario permanecer en oración dentro de él, dando gracias a Dios por haber podido asistir.

Fëanar.

Las partes de la misa (I)

 LAS PARTES DE LA MISA (I)


A continuación pasaremos a detallar las distintas partes de la misa, con dos objetivos: Explicar el por qué de cada una de las partes y describirlas, de forma que sean fácilmente identificables. Este artículo vendría a completar el anterior sobre La Santa Misa. Recordemos que se está detallando el Novus Ordo, la misa introducida tras el Concilio Vaticano II.


EXPLICACION


Para empezar vamos a estructurar un poco el presente artículo:

- En este formato se encontrarán las explicaciones que de sobre las distintas partes de la misa, sus nombres irán en negrita.
- Las partes que correspondan al sacerdote celebrante irán en rojo.
- De la misma forma las respuestas de los fieles irán en verde. En este caso también aparecerán als respuestas conjuntas.
- En azul las indicaciones a seguir (movimientos, principalmente).

La presente guía está hecha sobre una misa dominical (más completa que la de entre semana) y del tiempo ordinario, las misas de Pascua y cuaresma tienen algunas diferencias. De la misma forma se ofrecen varias posibilidades dentro de la norma, con posibilidad de elegir fórmula o de suprimir ciertas partes. sta guía es simplemente informativa:

Ritos iniciales

Al oír las campanas (si las hay, y si no cinco minutos antes de empezar) se realiza la procesión de entrada, donde los fieles entramos en la iglesia y nos disponemos de pie (postura que representa nuestra disposición a acudir prestos a cumplir la voluntad del Señor) en los bancos frente al altar, realizando pequeñas oraciones para preparar nuestro alma hacia el Señor.

El altar simboliza el monte Calvario donde Cristo sufrió su pasión, revestido y ornamentado adecuadamente y completado con una cruz. El sacerdote entra desde la sacristía representando a Cristo mismo y revestido con los símbolos de la Pasión: El alba representa la túnica blanca que pusieron al Señor cuando lo condujeron por las calles de Jerusalén; el cíngulo que lleva a la cintura, el manipulo en el brazo y la estola al cuello, representan las cuerdas con que el Señor fue atado cuando lo llevaron a la los tribunales; la casulla, finalmente, lleva de ordinario una gran cruz en la espalda, para recordar la que en sus hombros llevó el Salvador y en la cual fue clavado en el Calvario. El sacerdote procede a subir al altar y a besarlo, comenzando el saludo inicial


- En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo (Mientras hace la señal de la Cruz sobre los Fieles y los mismos le imitan sobre si mismos). Invoca a la Santísima Trinidad e inicia el ritual en su nombre.

- Amén. Respuesta que significa "Yo creo", "Así sea" y que confirma lo asentido con anterioridad.
- El Señor esté con vosotros. Expresa el deseo de que la presencia del Espíritu de Dios nos acompañe.

- Y con tu espíritu.

Ahora se comienza el acto penitencial, donde reconocemos nuestros pecados ante Dios para presentarnos limpios ante Él [Ver Sacramento de la Confesión, de próxima publicación].

- El Sacerdote hace una pequeña invitación a arrepentirse, y tras un breve silencio comienza mientras le seguimos: Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa (Durante esta frase el sacerdote y los fieles se golpean levemente el pecho con el puño derecho tres veces). Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén (Sólo los fieles).

- Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. De esta forma el sacerdote concluye la absolución sobre los fieles. Amén.

Ahora pedimos a Dios que tenga piedad respondiendo los ruegos del sacerdote, de la misma forma que reconocemos la Trinidad de Dios:


- Señor, ten piedad
- Señor, ten piedad
- Cristo, ten piedad.
- Cristo, ten piedad.
- Señor, ten piedad
- Señor, ten piedad.

 La siguiente parte consiste en el gloria dedicado a Dios. Tras admitir nuestros pecados y nuestra insignificancia reconocemos su magnificencia y gloria, rezando todos:


 - Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.


Tras esto se inicia la oración colecta:

- Oremos. El sacerdote nos invita de esta forma a un breve momento de oración personal, pudiendo añadir él alguna intención especial por alguien/algo (Ej: Oremos, hermanos, especialmente por aquellos que sufren por la falta de amor.)

A continuación se leen las peticiones de la comunidad; puede leerlas un laico, y tienen esta estructura:

- Por... Te rogamos, óyenos.

Tras esto finalizan los ritos iniciales.

Liturgia de la Palabra

En esta parte escuchamos la Palabra de Dios, el cual se nos ofrece cómo alimento del Espíritu. Cristo está presente de manera especial cuando escuchamos su palabra, la cual veneramos, pues en ella Dios revela su designio salvador sobre toda la humanidad.

En la primera lectura se lee una parte del Antiguo Testamento (Salvo en el tiempo pascual, que se lee el libro de los Hechos de los Apóstoles). En el Antiguo Testamento Dios nos habla a trafvés de la historia del pueblo de Israel y de sus profetas, cuya historia de salvación fue un preludio de la nuestra.

En este momento nos sentamos, dando a entender nuestra disposición de recibir y aprender de las Sagradas Escrituras, las cuales escucharemos atentamente con los sentidos y con el espíritu, descubriendo lo que Dios quiere decir a cada uno de nosotros con ella. La lectura la puede realizar un fiel, de esta forma:

- Lectura del libro de... (Se enuncia el libro y se procede a la lectura del fragmento).
- Palabra de Dios (El lector anuncia que lo proclamado es Palabra de Dios).
- Te alabamos, Señor (Alabamos a Dios en acción de gracias por haber compartido la Palabra de vida con nosotros).


Después se pasa a la recitación de un salmo responsorial (también puede ser llevada a cabo por un laico). Los Salmos son una serie de poesías del libro de los Salmos, de la Biblia, atribuídas al rey David de Israel, donde se cantan alabanzas al Señor. El salmo es una prolongación lírica y una ayuda para la compresión del mensaje de la lectura previa. Por eso debe ser dicho "de la manera más apta para la meditación de la Palabra de Dios". En la misa se responde, mediante una antífona o versículo que se toma del mismo salmo y que los fieles van entonando. Cómo ejemplo tomaremos el Salmo 23, leído tradicionalmente el Domingo de Ramos:


- El Señor es mi pastor, nada me falta (El lector proclama cual va a ser la antífona).
- El Señor es mi pastor, nada me falta (Los fieles respondemos y empezamos, de esta forma, el Salmo). 

- El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.
- El Señor es mi pastor, nada me falta.
- Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, poque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
- El Señor es mi pastor, nada me falta.
- Prepara una mesa ante mi, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
- El Señor es mi pastor, nada me falta.
- Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
- El Señor es mi pastor, nada me falta.

Una segunda lectura, generalmente de alguna de las cartas del Nuevo Testamento, completa a las ya leídas los domingos y fiestas de guardar. Se sigue la misma fórmula que la primera:


- Lectura de la carta de....
- Palabra de Dios.
- Te alabamos, Señor.

En este momento cantamos todos el aleluya, una muestra de alegría por la presencia de la Palabra de Dios que también muestra nuestra predisposición hacia ella. 


- ¡Aleluya, alelulya, aleluya!.


A continuación se pasa a la lectura del evangelio, que hace el sacerdote. Se trata de la lectura más importante de todas, donde se anuncia la Buena Noticia y se nos da a conocer a nuestro Señor Jesucristo. Durante la misma nos ponemos de pie.

El sacerdote, ya en el atril, se inclina hacia el altar y reza en voz baja lo siguiente:

- Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio (De esta forma pide a Dios que sea el Espíritu Santo quién hable a través de él).

Volviéndose, comienza la lectura:

- El Señor esté con vosotros.

- Y con tu espíritu.
- Lectura del Santo evangelio según San... (Durante esta frase, tanto el sacerdote cómo los fieles hacemos la señal de la cruz cuatro veces; una en la frente, otra en la boca y otra en el pecho, simbolizando nuestro deseo de santificar nuestros pensamientos, palabras y obras. Acabamos con una cruz sobre todo nuestro cuerpo - Llevándonos la mano a la frente, al pecho, a un hombro y a otro -).
- Gloria a ti, Señor.

En este momento el sacerdote procede a la lectura del Evangelio; cuando finaliza el sacerdote vuelve a anunciar que lo leído es Palabra de Dios.


- Palabra del Señor.

- Gloria a ti, Señor, Jesús.

Tras esto el sacerdote besa el libro como un acto de adoración a la Palabra de Dios y reza en voz baja:


- Que las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.


Después el sacerdote realiza la homilía, que es una actualización del mensaje de Cristo.En ella hablará de las cuestiones de Fe y de moral que considere oportunas, pudiendo relacionarlas con sucesos o situaciones actuales. Esta parte tan sólo se realiza los domingos y fiestas de guardar.

Acto seguido (y también sólo en domingos y fiestas de precepto) se realiza la profesión de Fe, consistente en la oración común (que realizan todos los asistentes y el sacerdote) que confiesa en lo que creemos los cristianos (comunmente llamada Credo). Se pueden rezar las versiones de los apóstoles (más sencilla) o la de Nicea-constantinopla, siendo la más utilizada la primera y la que reproducimos a continuación:

- Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, [que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen (Durante esta frase se inclina levemente la cabeza, siendo la Encarnación el acto más importante de nuestra Fe)], padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitón de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Al final de la Liturgia de la Palabra se leen las preces, o plegarias que la comunidad hace a Dios yq eu el sacerdote o algún asistente van leyendo. Suelen pedir por la Iglesia católica, por los gobernantes del país donde se realiza la misa y por cualquier otro asunto que se considere oportuno. La estructura es:

- Por...
- Te rogamos, óyenos.