
INTERMEDIO
Ni las cartas ni los evangelios fueron escritos pensando en una futura compilación en un súper libro, esa compilación no se llevó a cabo hasta el Concilio de Hipona, en el año 393 d.C. y el de Cartago, en el año 397 y 419 d.C. Antes de ese tiempo la Buena Noticia era enseñada y conservada de manera eminentemente oral, a pesar de lo cual muchas iglesias locales conservaban cartas y distintos evangelios para su lectura pública frente a los fieles, y precisamente así fue cómo se llegó a la compilación de los libros de la Biblia: La Iglesia, reunida en concilio junto con el papa a su cabeza y con la autoridad que Cristo le confirió decidió, tomando estos tres criterios, elegir ciertos libros como divinamente inspirados y adecuados para ser compilados, junto con las antiguas escrituras hebreas, en el libro sagrado de los cristianos: la Biblia. Estos son los tres criterios:
2- que se utilizara en la liturgia de las iglesias Apostólicas. Ej. Roma, Corintio, Jerusalén, Antioquía, etc.
3- que estuviera en conformidad con la fe Católica recibida de los Apóstoles.
De esta forma fueron eliminados escritos considerados cómo inspirados (véase el evangelio de Tomás o el de Pedro) y aceptados otros que se ponían en duda, cómo el Evangelio de San Juan o el Apocalípsis.
Este canon fue repetido en las cartas del Papa San Inocencio I (405 d. C.) y confirmados por los concilios de Florencia (1442) y Trento (1545-1563).
Es, por tanto, en este punto, donde llegamos a una verdad que la Iglesia católica considera indispensable: es la Iglesia quién da autenticidad a la Biblia, y no al revés, puesto que fue ella quien la compiló y la elevó al estátus de Sagradas Escrituras.
¿Y cómo es que la Iglesia poseé la autoridad para hacer semejante cosa? Porque Cristo mismo se la dió ¿Y cómo podemos saber que Cristo mismo delegó ese poder en la Iglesia? Por dos medios: El testimonio de Cristo (conocido a través de la propia Biblia y de la Tradición) y los testimonios históricos (mantenida ininterrumpidamente gracias a la sucesión apostólica).
Basándonos en la necesidad de que la Biblia y la Tradición no pueden contradecirse entre si, pues ambas se complementan en la transmisión del mensaje de Cristo, podemos inferir de la Biblia, aunque sea de manera implícita, la necesidad de la Iglesia cómo institución garante de la Buena Noticia.
Encontramos, en primer lugar, que los doce apóstoles discípulos de Cristo son nombrados siempre como una institución (a lo largo de los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles), con Pedro siempre a la cabeza de las listas, mostrando que además de institución tenían una jerarquía [Ver artículo sobre la Autoridad Pontificia]. Así mismo, de no haberse tratado de una institución y no de un grupo de elegidos por Jesús no habría sido necesario sustituir a Judas, ya muerto, por Matías ( - Hch 1:15-26 - ) [Ver artículo sobre la Institución de la Iglesia, de próxima publicación].
Así mismo Cristo se aseguró que la Iglesia no fallase nunca en su misión de preservar la Buena Noticia, enviando al Espíritu Santo para velar por la Verdad en su seno:[Ver artículo sobre la Infalibilidad Pontificia]
Ambos son estudiados conjuntamente, pues la Tradición de la Iglesia primitiva se conoce principalmente por los documentos históricos de los apóstoles, obispos y sus sucesores. Aun así podemos encontrar ésta Tradición en la Biblia:
Aquí Juan afirma que no todo lo que hizo Jesús está contenido en soporte escrito alguno, dejando únicamente la Tradición oral como alternativa y complemento.
Ya en la Tradición la Iglesia sigue mostrándose como una institución fundada por Cristo, aquí vemos al tercer obispo de Antioquía utilizar por primera vez el término "católica" referido a la Iglesia, aunque sin hacer un uso explícito de Iglesia como institución.
- San Ignacio de Antioquía, Año 110 d.C. Carta a los Esmirniotas 8:2 -.
Las citas patrísticas al respecto pueden encontrarse en éste enlace, donde se examina a los Santos Padres de la Iglesia (de los primeros siglos) y su plena aceptación de la primaciá de Pedro, asunción que implica ya una institucionalización de la misma.
Un saludo en el Corazón de Cristo
Fëanar